Periodista, deportista, actor,
músico, cantante, manager, investigador, catedrático, jesuita… En su vida ha
tenido que hacer de lo divino y de lo humano, pero siempre con un pie en la
comunicación.
E
|
l padre
Aguirre pasa la mañana del 11 de diciembre en su lugar de trabajo, el Centro
Gumilla, en el centro de Caracas. Justo el día de su cumpleaños número 75 llega
a la planta baja del edificio Centro de Valores, cercano al Panteón Nacional, y
nos recibe en el salón de reuniones. Una sala humilde con diplomas y
reconocimientos colgados en la pared, una pizarra acrílica, una biblioteca de
al menos 200 libros y por supuesto figuras religiosas.
Está feliz, pues acababa de hablar por teléfono con
sus dos hermanos mayores, su hermana llama desde Italia y su hermano desde
España. Recuerda sus primeros años de vida, en Azpeitia, País Vasco.
Es hijo de la postguerra civil española. Nació en
tiempos de represión, con dictadura militarizada y con serios problemas
culturales y en un hogar religioso, de tradiciones franciscanas. Nunca habló
castellano con sus padres; como bilingüe, en casa se hablaba en vasco y en el
colegio castellano. “Nací con múltiples represiones; era zurdo y en la escuela
me obligaban a que aprendiera con la derecha. Y después en un ambiente de
régimen militar. A pesar de todo eso, me desarrollé con cierta normalidad”.
-¿Cómo ingresó a la Compañía de Jesús?
-Hubo
varios factores que me inclinaron a la Compañía. Primero, como un muchacho
cualquiera;
primaria, secundaria… Pero hubo un entorno en el que había mucha
captación de gente joven.
-¿Qué lo llevó a tomar la decisión de
formar parte la Compañía de Jesús?
-Yo
no simpatizaba con los jesuitas, me caían mal. Les sentía muy elitescos. Pero
en la etapa de ingreso al instituto, tenía que continuar los estudios de
bachillerato y tuve las influencias de mi hermana mayor para estudiar en un
colegio distante. A 200km de casa. Significaba desvincularse de la familia, era
de tipo internado y lo llevaban los jesuitas. Preguntaban quién quería
continuar con la carrera jesuita; la mayoría desistía, pero era un ambiente
propicio.
La gente le decía que era bueno en fútbol. “Yo
disfrutaba, pero como proyecto de vida, a mí no me llenaba eso. Era muy de feeling de comunicación, estaba en
música, estaba en teatro, era coordinador de cine, por esas razones decían;
‘este ni de vaina va a entrar a jesuita, porque tiene muchos intereses que no
conjugan con eso de ser cura’", comenta entre risas.
Quien fue bautizado en la misma pila de San Ignacio de
Loyola y Vicente Emparan, vivió una adolescencia tranquila haciendo lo que le
gustaba. En el colegio, formó parte del equipo de fútbol, del de las olimpiadas
académicas, hacía teatro, aprendió a tocar guitarra, cantaba en el coro. “Era
la felicidad”. Sin embargo, la vocación de servicio reforzada por los
ignacianos lo alejó más de 7.000km de su nido y lo llevó a Caracas.
-Cuando
entramos a la compañía de Jesús nos aprietan.
-¿Cómo así?
-Apretar
significa que llegas y dejas todo. Yo tenía mi guitarra, mis apuntes, reloj... y
fuera todo. Si venías bien peinadito te cortaban a cero el pelo como si fueras
un soldado. No tenías ningún bien. Todo esto es para acostumbrarte al despejo
de los bienes. Después, viene un mes de silencio con un guía que orienta, eso
que algunos conciben como lavado de cerebros, pero no. Más bien es un proceso
de querer entrar en la aventura con criterio. Hacemos oficios humildes; limpiar
baños, vajilla, pisos, cocinar.
-¿Y cómo un muchacho en aquel entonces
se aventuró a irse a más de 7.000km de su familia y llegar a un país con una
cultura completamente diferente?
-Uno entra a la Compañía Universal de Jesús, eso implica que tienes que estar disponible para cualquier parte del mundo. Llegó un momento en el que después de hacer esos ejercicios espirituales, me dijeron que hacía falta gente para la India, África y Venezuela. En aquel momento, La India cerró las puertas a los extranjeros. Yo de Venezuela no tenía mayor idea. Solo sabía de Fe y Alegría. Yo no me vine pensando en Fe y Alegría, me veía también en otros trabajos. Así llegamos a Venezuela, un grupito pequeño y nos instalamos en Los Teques. Yo todavía no había terminado el periodo de prueba de la Compañía.
-¿Nunca dudó si eso de ser jesuita era lo suyo?
-Durante el periodo de prueba hubo
un momento fuerte en el que te preguntan si sigues o si no sigues. En ese
tiempo me tocó trabajar en hospitales de Carora. Fue una experiencia dura. Tuve mis pataleos y dudas, me dije: oye, yo como que no sirvo para
esto
Sin embargo, continuó en el camino ignaciano hasta
estos años. A la par, cursa el primer año de Letras en la Universidad Católica
Andrés Bello; obtiene la licenciatura en Filosofía en la Universidad Católica
San Gregorio, en Quito. De regreso a Venezuela, ingresa nuevamente en la Andrés
Bello a cursar Periodismo. También, realiza estudios teológicos en la Facultad
de Teología de la Universidad de Deusto, en Bilbao.
-¿Encontró en la
docencia su verdadera vocación?
-La
docencia entró con las prácticas. No es que he definido ser docente, sino que
en la vida hice pequeños ejercicios de docencia. Había una vocación insipiente.
Una vez que entras a la Compañía, la experiencia docente te la obligaban a
hacer.
- ¿Y aparte de la docencia, qué ha
hecho?
-Era
un todo terreno. Guiaba un grupo de música, hacía de manager de un grupo 'los psicotrónicos'
de rock and roll psicodélico y era un docente. Pero como me gustaba
comunicación y tenía la carrera de filosofía. Aunque me decían: no pierdas el
tiempo en eso, tú estás preparado, tú puedes optar por otras cosas. Y yo
respondía, es que a mí me parece que eso tiene futuro, que es importante y en
los genes a mí me salía estudiar comunicación. Fui un estudiante pirata en periodismo.
- ¿Por qué dice eso?
-Porque
tenía tiempo completo trabajando, estudiaba de noche y además era profesor
guía. No le dedicaba mucho tiempo a los estudios, la ventaja era que venía de
otras carreras. Saqué buenas notas pero no era el mejor.
- Sin embargo, es su
pasión
- Sí. He tenido que
hacer de lo divino y de lo humano, pero siempre con un pie en la comunicación.
Al final uno en la vida termina marcado por lo que le apasiona. Definiendo en
breve mis actividades profesionales, como decía mi mamá: “tú eres perejil de
todas las salsas”. Eso que aquí llaman “todo terreno”.
-¿Se podría decir que es cinéfilo?
-Eso
ya es vicio
-¿Cuál fue la última película que vio?
-Hay
dos tipos de cine; el que me gusta y el cine que suelo ver. Ahora que doy
Historia del Cine he ampliado mi repertorio. Lo último que he averiguado es que
hay un cineasta lituano Sharunas Bartas, He visto un documental de un francés
sobre la vida del este cineasta y cómo produce sus películas. Me ha encantado
enormemente. Disfruto viendo cosas nuevas y viejas.
-¿Cuáles son los directores de cine
que le gustan más?
-El
cine que más me ha gustado y que más me ha marcado, por los problemas que
aborda y con la libertad que los aborda es el español Buñuel. De los italianos
me quedo con Gerini. Franceses hay varios. De los alemanes probablemente sea
Schlondorff. A mí uno de los cineastas que me entusiasma es Tarkovski, el cine
ruso. He seguido mucho el cine japonés, chino, coreano. Filipino menos, es más
difícil porque produce mucho. Después, obsesivamente cine latinoamericano y
cine venezolano.
- ¿Tiene alguna película favorita?
-Esto
ya es más difícil. Pero película favorita la que he hecho yo.
-Me está mintiendo
-¡En
serio! 100 años de la Compañía de Jesús en Venezuela. La hice con una colega,
buena
investigadora, María Jesús D'Alessandro, y por primera vez aunque ya
había participado en cortos, pues me lancé a hacer la dirección con esta
colega. Como película no vale mucho, pero para mí es un orgullo porque he
podido saldar la cuenta con la Compañía haciendo un homenaje. En ese sentido me
siento feliz. No es lo mejor en el sentido de calidad, estética o
cinematografía pero en lo que uno puso alma, vida y corazón.
- ¿Y libro favorito?
-La
biblia uno la ha tenido por todos los poros.
-Dijo
que cantaba, ¿le gusta la música?
Sí, mucho.
-¿Qué es lo que más le gusta?
-
El primer canto que me llamó la atención fue Paul Anka y sus canciones
amorosas. Como polifónicos me gustaban mucho The Platters, Elvis Presley. Toda
esa música pop a mí me encantó. The
Beatles, The Rolling Stones. Y también música de protesta. Como anécdota, en
los años 68 cuando yo hablaba con el grupo de música solía responder que me
gustaban "las tres B" y solía decir: Bach, Bethooven y los Beatles.
-¿Y
qué es lo que más le gusta de Venezuela?
-Lo
resumiría de esta manera, en un momento dado en el que tuve que ir a España a
atender a mis familiares, ya aquí en Venezuela se había instalado el chavismo y
Arturo Sosa me pregunta que qué voy a hacer, si vuelvo a Venezuela o me quedo
en España, tanteándome. Y le dije yo dependo en este momento de las
circunstancias de la salud de mi mamá y la universidad me presionaba para que
volviera y le dije, vamos a ver qué ocurre pero yo voy a regresar a Venezuela
porque mis amores están allá. Eso fue una conversación en noviembre, en enero
de 2002 murió mi mamá y agarré mi maleta y me regresé a Venezuela.
-¿Pero volvería a España?
-Volví
el año pasado. Me reencontré con mis hermanos. Pero allá me va muy mal con el
clima. Allá los inviernos… ¡uy dios mío!
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