“En octubre de 2018 cumplí dos años que me fui. La verdad nunca sentí ninguna presión de ninguna persona. Un día cualquiera me levanté y tomé la decisión: me voy de Venezuela.
POR: CAROL ÁLVAREZ
Obviamente a todo el mundo le pega no el poder alcanzar los sueños en el país de uno, por esa razón y con esa intención me fui: queriendo alcanzar mis sueños, superarme como músico instrumentista y dar lo mejor de mí. En 2016 me sentía algo frustrado porque el nivel instrumental, individualmente hablando, es muy bajo. No veía superación profesional en Venezuela.
Crecí en el sistema de orquestas. Un programa musical fundado por el Maestro José Antonio Abreu que lleva más de 40 años de historia. Soy uno de esos niños que creció corriendo en un núcleo y que un día escogió tocar por el resto de su vida el corno francés. Mi instrumento se parece mucho a Venezuela, a Caracas específicamente. Sus melodías suaves y dulces similares a El Ávila a punta de 6:30 de la tarde. Otras veces puede ser fuerte y tormentoso como un retraso en el Metro de Caracas. Versátil como mi ciudad.
No es que yo quise dejar mi ciudad, mis atardeceres y mi gente. Pero me lo planteé muchas veces porque siempre he querido ser muy bueno en lo que hago, y por ende, la opción de migrar nunca la descarté.
Cuando pisé el aeropuerto de Barajas no fue nada agradable. Estaba solo y no tenía a absolutamente a nadie. Nadie me ayudó. Cargaba con 50 kilos en dos brazos y 10 en otro. En total llevaba 60 kilos encima recorriendo Madrid destrozado. Recordar ese día no me hace sentir a gusto.
Sin embargo, el proceso de adaptación fue bastante rápido. Esa etapa la superé la primera semana. Imagino que fue porque solamente estaba enfocado en una sola cosa: quería estudiar. Además siempre tuve el apoyo incondicional de los españoles. Nunca me pusieron etiquetas por no ser español ni hubo algún tipo de discriminación, simplemente me trataron como si fuese un español más. Eso hizo que me sintiera más a gusto.
Siento que no tuve que hacer mayor sacrificio al momento de migrar. Emocionalmente hablando, claro. El mayor sacrificio fue dejar a mi familia en Venezuela, aunque ya el panorama lo teníamos muy claro: mi mamá siempre ha querido lo mejor de mí, entonces eso hizo que el hecho de migrar no me doliera tanto.
Creo que en estos dos años he madurado mucho. He conocido mis límites. Me he conocido a mí mismo. Aprendí a superar algunas cosas y romper los miedos. He crecido en el ámbito personal que para mí es lo más importante. Lo que sí siento es que migrar te quita el calor físico de las personas que amas, eso es lo más duro. Gracias a Dios siempre está ese calor sentimental que es espectacular.
En España quiero lograr todas mis metas y objetivos. Este oficio nunca para. Eso es lo más apasionante porque nunca abandonas lo que te apasiona. Debo ir adelante y seguir estudiando para lograr todo aquello que me he planteado. Ese es mi norte aquí. Para eso migré.
Definitivamente no regresaría a Venezuela. Para vivir, sin dudas, no. Porque creo que hay países donde el arte y la cultura están mucho más explotados y uno quiere ser parte de eso. Y ser parte de esa evolución y desarrollo en países donde la música es mucho más apreciada. Me gustaría volver pero de visita, por supuesto. No abandonaría a los míos.
Me encantaría regresar a Caracas. La cuna de mi juventud. Volver a ese lugar donde tuve millones de experiencias que poco a poco forjaron mi personalidad y ayudaron a ser quien soy hoy en día. Me imagino revivir el caos de la ciudad que aquí no hay.
Migrar es un éxtasis de emociones. Es aprendizaje, valor, confianza en ti mismo y soñar. No es tan malo migrar, pero es de valientes.
Rafa, 22, músico.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario